lunes, 11 de agosto de 2014

Una oleada de justicia y de verdad !!! Gracias Dios por éste milagro N° 114

RECUPERAN EL NIETO N° 114
Estela Carlotto, presidenta de Abuelas de Plaza de Mayo, anunció ayerla recuperación del nieto 114, que es su propio nieto, e hijo de Laura Carlotto y Walmir Oscar Montoya, asesinados durante la última dictadura militar.                                                                                                                  Un largo camino de búsqueda concluía a las 12.30 del mediodía, cuando la jueza del Tribunal Federal N° 1, María Romilda Servini de Cubría, tuvo en sus manos el resultado comprobatorio de ADN sobre la identidad biológica de Guido Carlotto, hasta ese momento Ignacio Hurban (36).                                                                                                                         “Yo le di la noticia (a Estela) y se emocionó mucho”, confirmó Servini. Desde ese momento, Estela Barnes de Carlotto programó sus sentimientos: “Quiero tocarlo, verle la cara”. Todavía no sabe cuándo.
Ignacio tiene 36 años, músico diletante de la obra de Miles Davis, casado, sin hijos y vive en Loma Negra, Olavarría. Hace unas horas se enteró de su verdadera historia.
Comienza una vida sin velos en la memoria.
Sólo, voluntariamente, se había presentado hace 14 días para la realización del ADN. Ayer conoció el resultado. Ahora dispone del acompañamiento de una nueva familia. La anterior transcurrió en casa de un productor agropecuario de Olavarría, ya fallecido.
En noviembre de 1977, su mamá, Laura Carlotto, fue secuestrada por un grupo de tareas. Había llegado a la casa del matrimonio Aued-Medici, en La Plata. Su papá, Guido, prestó la camioneta para la mudanza. Después, arribaría Daniel Mariani. Todos militaban en la Juventud Peronista alineada con Montoneros.
Laura pensaba mudarse a esa vivienda para zafar del cerco represivo. No lo logró. Fue secuestrada en el lugar. Mariani terminó muerto antes de ingresar al portal.
Completado el operativo, Laura fue trasladada al centro clandestino “La Cacha”, en la localidad de Olmos, en la capital bonaerense.
Laura estaba embarazada, producto de su relación con Walmir Oscar Montoya, un joven de 18 años, militante de la Juventud Peronista que había escapado de Cañadón Seco, a 8 kilométros de Caleta Olivia, Santa Cruz, en procura del refugio platense. 
Unos meses después, Laura fue trasladada al Hospital Militar. La familia Carlotto supo de su embarazo porque una vecina, quien también permaneció cautiva en el Hospital, les trasmitió la novedad.
El 26 de junio de 1978, Laura parió al hijo esposada a una camilla. Apenas alcanzó a sentir su olor y la tersura contra el pecho. Fueron cinco horas escasas de presencia. Inmediatamente el bebé fue apropiado. Al otro día la regresaron a “La Cacha”, que tributaba ese nombre a un personaje de la época (la bruja Cachavacha) que hacía desaparecer gente.
Resultó el preámbulo del final: llegado agosto, en una ruta despoblada, la acribillaron. Su compañero, Walmir, ya se había adelantado en la tragedia.
Después del fusilamiento callejero, fraguado como enfrentamiento a tiros, los restos de Laura Carlotto fueron entregados a su madre. Se cerraba un capítulo y recién alumbraba otro, de esperanza.
Ayer, después de 36 años, las Abuelas de Plaza de Mayo incorporaron al nieto 114 de un listado probable de más de 400. Una hora después del mediodía, la presidenta Cristina Kirchner la llamó a Estela Carlotto: “¿Es cierto, es cierto?”, le preguntó, según relató la propia titular de Abuelas.
“Ahora puede encajar en su lugar. Me dicen que es un chico bueno”, celebró Estela Carlotto. “Que Laura sonría desde el cielo y me repita: mi mamá no se va a olvidar de lo que me están haciendo (los captores)”, se emocionó frente a la audiencia.
“Kibo” Carlotto aportó más detalles: “Mi sobrino tenía dudas de su identidad desde hace muchos años y hace dos meses decidió hacerse los análisis. Fue mi hermana desde el Instituto de la Identidad Nacional quien le informó ‘Soy tu tía, sos el hijo de Laura Carlotto, mi hermana, Laura’”, antes del abrazo.
A 1.800 kilómetros, su otra abuela Hortensia Ardura de Montoya, con 91 años, se alegra de tener “un nieto que se parezca a Walmir”. Tal vez haya presentido algo hace un año, cuando en Cañadón Seco abrieron la Sala de Música Oscar ‘Puño’ Montoya, en honor al estudiante nunca regresado del exilio. La música en el final como metáfora de unión entre padre e hijo.
Rodolfo Lara