viernes, 20 de marzo de 2015

"A parar con chirlos y golpes"

Desde pegar un cachetazo hasta quemar con un cigarrillo. Con distintos niveles, la violencia sigue presente en la educación de los chicos: uno de cada diez padres aplica castigos físicos severos a sus hijos. Unicef empezó a difundir mensajes contra esos maltratos.
 Por Sonia Santoro
Una estatua viviente representó una situación
violenta en las calles de Buenos Aires
Un nene le pide al padre que le preste atención. El lee el diario. Y cuando se cansa del reclamo lo amenaza con darle un revés. Una nena peinada con dos colitas tensas le muestra un texto a su madre, que se enfurece con lo que encuentra y también recurre al cachetazo. Son estatuas humanas pintadas de blanco que reviven lo que sucede día a día en muchísimos hogares: golpes, zamarreos, insultos. El maltrato hacia chicos y chicas todavía está presente en la educación de la niñez y para denunciarlo, concientizar y visibilizar, Unicef lanzó ayer la campaña #FinAlMaltrato. La movida partió de las intervenciones de estatuas vivientes que hicieron más digerible en las calles de Santiago de Chile, Buenos Aires y Montevideo lo que se silencia en la intimidad de las familias. La gente que pasaba miraba con curiosidad y cuando se animaba a tomar un folleto informativo, la escena de maltrato se detenía. Ahora, esos videos circulan en las redes sociales. La campaña busca erradicar una problemática que afecta a toda la región (ver aparte). En Argentina, recién el nuevo Código Civil, que entrará en vigencia en agosto de este año, prohíbe explícitamente el castigo físico hacia niños y niñas.
Según la Encuesta de Condiciones de Vida de Niñez y Adolescencia (Ecovna), hecha por Unicef y la Secretaría Nacional de Niñez, Adolescencia y Familia (Senaf), en 2011 y 2012, uno de cada diez padres afirmó que aplica castigos físicos severos a sus hijos. Esto incluye desde “pegar con el puño, mordiscos, patadas, quemar con algún objeto, agua caliente o cigarro; golpes con las manos o con objetos, amenazas con armas, utilizar cuchillos para agredir al niño, niña o adolescente”, informaron desde Unicef.
Además, la misma encuesta arrojó que el 65 por ciento de los padres reconoció haber agredido psicológicamente con “gritos, insultos o burlas frente a terceros, no hablar por un período largo, amenazas de golpes, lanzar algún objeto o encerrar al niño, niña o adolescente”. “La violencia en la disciplina infantil es más frecuente en los hogares donde hay chicos y chicas menores de 12 años y afecta más a los varones, que son quienes reciben más castigos violentos”, advierte el informe. Al mismo tiempo, el 21,7 por ciento declaró haber utilizado métodos de disciplina no violenta.
Otro dato, según la Encuesta de Condiciones de Vida de la Niñez y la Adolescencia, realizada en 2012 por el organismo y la Senaf, el 44 por ciento de los hijos que fueron separados de su familia porque no estaba garantizada su integridad en su hogar fue por causas de violencia.
 “Te pego por tu propio bien”, “mis padres me pegaron y yo crecí bien” o “una paliza dada a tiempo es buena para la educación”, son algunas de las justificaciones para el maltrato. En el material de difusión de la campaña se explica que muchas veces padres y madres actúan con violencia debido “a la repetición del modelo de crianza que acompañó al adulto durante su infancia: si éste fue criado con violencia le resulta ‘normal’ y no identifica alternativas distintas a la hora de poner límites. Las situaciones de estrés contribuyen, en gran medida, a desencadenar episodios de violencia hacia los niños, volcando en ellos sus frustraciones y sus fracasos”.
“Se percibe un contraste entre lo que se considera apropiado y la prevalencia real de disciplina violenta utilizada en la crianza de los niños y niñas”, plantearon en Unicef. En diálogo con Página/12, Manuela Thourte, especialista en protección de derechos de Unicef, explicó esta contradicción entre lo “políticamente correcto” y lo que se hace: “Cuando nosotros les preguntamos si creían que habían que castigar para educar, sólo el 4 por ciento decía que sí, o sea que la mayoría decía que no. Pero cuando empezamos a preguntar si en el último mes alguien de la familia había ejercido violencia hacia los niños, muchos empezaban a decir que sí.

–De alguna forma es un avance, porque muestra que ya no está bien visto castigar...
–Es un avance que no esté bien visto ya castigar. También es un avance el cambio en el Código Civil. El vigente permitía que los padres ejercieran la violencia moderadamente. Y como ocurre en el ámbito privado, es difícil detectarla. Vimos también que muchos padres empezaban a decir “a mí Unicef no me va a decir cómo educar a mis hijos”. Es cierto que la educación es potestad de los padres. Entonces lo del Cogido Civil es un avance porque ahora se prohíbe expresamente el castigo físico.
–¿Cómo erradicar esta forma de educar?
–Promovemos el buen trato. Hay que promover formas distintas de educar. Los adultos dicen “te sacan”. Como que no sabés a qué recurrir y viene el golpe. Cuando tenemos un problema con un adulto no recurrimos a la violencia pero con un chico sí, y así le estamos enseñando a usar la violencia. Es porque son vulnerables. A los chicos más chiquitos se les pega más porque no pueden defenderse. Así que primero, podemos cambiar, reflexionando sobre el tema. Escuchándolos, hablándoles, enseñándoles que se puede hacer de otra manera. Con paciencia.
–¿Se castiga más a los varones? ¿Por qué?
–Creemos que porque supuestamente son más revoltosos, se portan peor, son más inquietos; creencia un poco sesgada en términos de género, que dice además que necesitan ser más disciplinados que las mujeres. Es interesante que las mujeres adultas que de niñas recibieron violencia ejerzan más violencia con los chicos. Es un círculo que se va repitiendo. Se naturaliza.

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